Masaje anal

Soy masajista profesional, pero la vida me ha hecho desarrollar mi actividad más allá del ámbito terapéutico o deportivo. Uno se acostumbra a todo, tus dedos se vuelven fuertes, aprendes a leer las reacciones del cuerpo y a ejercer presión, tal como los músculos del cuerpo piden. Pero lo que uno no puede evitar y a lo que no acabo de acostumbrarme sin que se despierten mis fantasías, es al cuerpo de mujer desnuda cuando suspirara de placer y a contonea su cuerpo conforme la sesión avanza. Tengo que hacer esfuerzos para no dejarme llevar por el calor del momento.

¿Debo acariciarlas, entonces, como si les hiciera el amor con las manos? Muchas veces lo he hecho y creedme que el resultado es espectacular. Su cuerpo reacciona y evidentemente se aligeran todas las tensiones. Todas menos una, la atracción sexual que siempre existe. Lejos de apaciguarse, con el ritmo se acentúa.

Una de mis clientes estrella zanjó una mañana este dilema. Ella estaba tumbada sobre la camilla, boca a bajo. Sin ropa interior pero con una toalla blanca que cubría sus nalgas. Había trabajado ya sus cervicales, hombros y espalda y empezaba a centrarme en sus lumbares y caderas, cuando me susurró que tenía mucha tensión acumulada en sus glúteos. Le dije que no había problema y que íbamos a comprobarlo.

Deslicé la toalla hacia abajo despacio para contemplar tan emocionante visión. Dejando al aire su culo, que era redondo, deportivo y tremendamente maravilloso. Empecé a masajearlo con ambas manos, en círculos y abriendo sus cachetes con más intensidad y conforme avanzábamos y ella suspiraba agradecida. Era glorioso ver como su ojo del culo, escondido entre aquellas colinas veía la luz cuando yo las abría. Evidentemente tenía ganas de lamerlo y follármelo pero como es lógico, me contuve a tenor de las circunstancias. En ese momento la tensión sexual se cortaba en el aire y nuestros cuerpos empezaron a reaccionar.

Ella separó un poco más sus piernas y ahora cada vez que su culo quedaba abierto su coño también me invitaba a atravesarlo. Lejos de preocuparse por mostrarme con toda naturalidad toda su intimidad, levantó ligeramente el trasero y me preguntó si podía hacer algo más por satisfacer su cuerpo. Cogí la botella de aceite y acariciando con la punta de la botella su ano, como presagio y aviso de lo que iba a pasar descargué un chorro generoso. Ella lo aceptó con un gritito separando más las piernas y ondulando el movimiento. Para entonces mi polla estaba dura como la piedra.

Seguí trabajándole las nalgas pero sin avisar de golpe le metí el dedo gordo en el culo, a ella le encantó y empecé a follarle el ojete con mientras seguía adelante con el masaje, apretando con ambas manos lo más fuerte que podía. Ella gemía de placer a ritmo de la enculada que acabamos de iniciar, combinada con unos cuantos azotes sin malicia pero sonoros.

Seguí con el masaje anal y le pedí que separara ella mismas sus nalgas. Lo hizo y quedándose a cuatro patas con su trasero en alza. Empecé a lamerle el ojete y cuando ya la tenía totalmente cachonda, se la clavé de golpe con fuerza, en una sola estocada.. Ella encajó la acometida con un grito de dolor y un suspiro ahogado y profundo de relajación. Me quedé quieto con mi polla dentro sin retroceder ni un centímetro. Su ano estimulado palpitaba abrazado con ansía a mi polla.

Acabé el masaje follándome lentamente su culo, sin embargo ella aceleró poco a poco el ritmo para sentir como más intensidad como se le abriá la carne. Y así lo hice. Y para que al día siguiente pudiera sentarse me corrí en sus entrañas, ofreciéndole mi semen como crema hidratante. Actualmente es una de mis clientas favoritas y me sirve para desarrollar nuevos servicios, no solo de masaje anal. Todo tipo de fantasías sexuales, e incorporando nuevas posibilidades también gracias a juguetes eróticos como las bolas chinas, consoladores, vibradores y todo tipo de estimuladores.

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